En 2007 viajé durante varios meses al Parque Nacional Virunga, en la República Democrática del Congo. El reportaje, publicado en julio de 2008 en National Geographic, abarcaba la amplia problemática que se da en el parque nacional más antiguo de África, que comprende una guerra de guerrillas entre dos milicias enfrentadas y el ejercito, millones de desplazados que huyen de la guerra, productores ilegales de carbón vegetal y cazadores furtivos. Y en medio de todo esto, una población de 200 gorilas y un grupo de rangers locales que se esfuerza por proteger la población cada vez más mermada de estos grandes primates.
Uno de los principales problemas a los que se enfrentan los ‘rangers’ es la gran extensión de terreno que deben cubrir, superior al territorio de Israel. Además, sus salarios, que oscilan entre los 35 y los 70 dólares mensuales, provienen en su totalidad de los donativos que reciben algunas sociedades conservacionistas. El de Virunga es el parque nacional con más diversidad de África y tiene un potencial muy grande para el turismo, pero es a la vez una zona muy difícil de controlar. La inestabilidad política, militar y económica agrava el problema de sus habitantes. Contra todo ello luchan los rangers, que han sufrido 120 bajas en servicio en una década.
En la escena, de la que tomé una única fotografía, se les ve acompañados de lugareños mientras sacan del parque el cuerpo sin vida de un ejemplar de gorila de espalda plateada. La fotografía es del 24 de julio de 2007, dos días después de que este macho fuera asesinado junto a otros seis miembros de su familia. Hembras y crías. Senkwekwe, que es así cómo se llamaba el macho, pesaba 225 kilos y fueron necesarias más de cinco horas para transportarlo.
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