Hace poco nos enterábamos de otra retirada en el mundo del porno, y esta era especialmente dolorosa tanto por la corta pero muy prometedora de la chica como por la forma en que abandonó la industria. Alina Li cerró su Facebook, vendió su ropa para el porno y clausuró su cuenta de Twitter con un mensaje típico —”he dejado de disfrutar de mi trabajo, es un ritmo de vida muy agobiante, fue divertido mientras duró”— sobre el que planeaba una oscura sombra: la escena humillatoria de Public Disgrace que rodó para Kink.
Dice Alina que no culpa a la gente de la productora por hacer su trabajo, pero que aquella sesión intensiva de violencia en un supermercado fue la gota que colmó el vaso y lo que la empujó a su retirada del negocio. Y aquí el debate, si lo hay, podría enfrentar dos posiciones razonables: una, si en Kink hacen algo que no debería hacerse, o dos, si algunas pornstar no tienen la cabeza tan bien amueblada como creen antes de atreverse con prácticas extremas que no disfrutan.
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